lunes, 18 de marzo de 2013

Conociendo Gran Canaria



Antes de iniciarme y preparar mi primer viaje fuera de las Islas he tenido la oportunidad de visitar casi cada rincón de Gran Canaria. Estas escapadas esporádicas, en las cuales la distancia siempre rondaba entre los 180-220 km, me han servido de entrenamiento para adaptarme a las reacciones de la moto, su peso, dimensiones, frenada, etc.
Siempre recordaré el día que fui a recogerla después de la “larga” espera para poner en regla todo lo necesario para circular con mi nueva moto. Sentí algo que creía olvidado con el paso de los años, tan solo comparable a la ilusión de un niño esperando que pasara rápido la noche del 5 de enero, levantarse y ver que juguetes habían dejado los reyes magos.




Ese día fue un 24 de noviembre de 2009. Bajo el casco no había posibilidad de tener una sonrisa mayor. Me sentía un caballero de la época medieval orgulloso de pasear a lomos de su mejor caballo y capaz de batir en duelo a todo aquel que osara interrumpir mi camino.
           Corría el año 2010 cuando aprovechando las pocas épocas de lluvia que nos brinda el lugar en el que vivimos los canarios me enfundo los pocos complementos que hasta el momento había adquirido para mis desplazamientos en moto. Una chaqueta ¾ de cordura, unos guantes de gore-tex, el casco y la firme convicción de hacer unas bonitas fotos. 
        

Ni tan siquiera miraba los kilómetros que realizaba, tan solo me preocupé de averiguar los lugares de interés para poder ver cosas que, pese a haber vivido fuera de las islas nunca llegué a ver antes. A cada nuevo kilómetro recorrido mayor era la satisfacción de las instantáneas. Hasta el punto de inmortalizar y ver la primera “gran”cascada de mi vida con 29 años de edad.
                                                           
 
   

               Para aquel entonces ya había sido víctima del adictivo olor a gasolina quemada, ansiando recorrer cada nueva curva y creerme explorador dentro de Gran Canaria. Llegando a lugares donde tan solo yo y mi moto seríamos capaces de llegar sin más compañía que el asfalto y los animales del lugar. Nada más lejos de la realidad dado lo reducido del territorio por el que hasta el momento me desplazaba.                                                                                                                                                                        


Con el transcurso del tiempo y acumulando experiencia y experiencias encima de la moto nunca he dejado de estar sobre el mar de nubes como el que se ve en la instantánea. Fruto de esa inquietud de recorrer cada rincón  descubrí una aldea de la cumbre de Gran Canaria llamada Acusa Seca. De origen prehispánico, en él vivieron los antiguos habitantes de la isla. Frente a estas cuevas (viviendas, graneros, cuadras) hay otro grupo de cuevas: son del mismo asentamiento, pero su uso fue el enterramiento de aborígenes. En ellas se han hallado momias que estaban sobre tablones de tea que se dataron en el año 570. Tras la conquista castellana, la aldea ha seguido habitada hasta el día hoy.

             Para terminar la crónica sobre las rutas por la isla tan solo aportar algunas fotografías más y por último, el merecido descanso de cualquier jinete que se precie al abrigo de un cálido atardecer del mes de septiembre.
  






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