lunes, 25 de marzo de 2013

VIAJE NOVIEMBRE DE 2010 1ª PARTE



           Ya había llegado el día, después de tantos preparativos y de tanta espera ¡¡¡había comenzado mi gran aventura!!! El día señalado era el 30 de octubre de 2010, después de haber preparado las mochilas y enfundado el traje de cuero, comenzaba la despedida y la foto de rigor.



      
              Debía coger el barco a las 2 de la tarde y estaría en travesía hasta el lunes día 1 a las 12:30. Una vez en la cola para embarcar los vehículos entablé conversación con José,  un chico que por motivos de trabajo se había desplazado a la isla y regresaba con una carga que debía entregar. Comenzamos hablando sobre lo llamativo de mi situación e indumentaria, después de un rato de charla, me cuenta lo que hasta ese día había sido toda una odisea: “es el primer día de mi vida que he llorado de desesperación” me contaba (esa misma mañana mientras cargaba la mercancía, había partido la llave del camión en la cerradura de la puerta). Con lo que pensaba que no podría arrancarlo para poder llegar a tiempo al embarque.


          

            Una vez dentro de la bodega del barco sigo las indicaciones de los estibadores y espero pacientemente hasta que veo que mi querida compañera de viajes está completamente atada y segura. A continuación me dirijo al camarote y dado que es cuádruple debo compartirlo. En esta ocasión coincido con el que resultó ser el padre de una compañera de trabajo y un transportista de mediana edad. Después de acomodarme y quitarme el traje de romano me doy un paseo por el barco buscando cualquier hilo de interés por mi parte para poder disfrutarlo durante la travesía. Me sentía como un enano descubriendo cada rincón de aquel gigante de hierro, ¡¡¡estaba haciendo realidad mi sueño!!!.
            Gracias al compañero de camarote pude disfrutar de varias películas durante el trayecto, que dada la escasa oferta de ocio del barco (se limitaba a ver la televisión cuando estábamos próximos a los puertos) y de lo reducido de mi equipaje fue de gran ayuda para ocupar las horas muertas. En esta ocasión me sorprendió que fuese yo el único “valiente” de las islas en salir con su moto. No esperaba compartir mi sueño con nadie, pero nunca estaba de más compartir inquietudes e ilusiones con alguien con tu misma afición.


                          

 













     















         
              

                Una vez en Cádiz, no sin cierto retraso después de la mala mar que tuvimos durante todo el domingo, me vuelvo a enfundar el mono y recojo los bártulos. Después de las despedidas y los buenos deseos para nuestro viaje, bajo a la bodega a reencontrarme con mi tan preciada compañera. La cargo y libero de sus ataduras, cual caballo, para emprender el viaje hasta Madrid, esta vez por carretera.

                A eso de las 2 y media de la tarde salgo de las inmediaciones del puerto, después de preparar el GPS en el que decido coger el camino de la plata, para así evitar el denso tráfico de camiones que me pudiera encontrar haciendo la ruta Cádiz-Sevilla-Madrid, pese a que el día 1 de noviembre es festivo. Me dispongo a hacer un total de 659 km del tirón, haciendo las paradas estrictamente necesarias para repostar combustible.
                Con el retraso del barco y el poco tiempo de luz diurna del que disponía, no pude contemplar los nuevos paisajes por los que me llevaban las carreteras. Después del primer repostaje aproveché para sumar una sudadera a las capas de ropa que llevaba encima, ya que las temperaturas estaban bajando considerablemente mientras se ocultaba el sol.
                Llegué a Madrid a eso de las 22:45 después de algo más de 8 horas de camino. ¿No sé si era la sensación de realizar un sueño? pero después de tantas horas encima de la moto y pasando frío no estaba excesivamente cansado, parecía una jornada más de fin de semana con los amigos por Gran Canaria. Llegué a casa de mis suegros tocando la pita (claxon o bocina) para que advirtieran mi presencia y después de una cena para reyes, llegaría el merecido descanso.
                Durante la semana tan solo debía recibir a Chus en el aeropuerto y concretar con Quique la hora y lugar de salida para ir a Cheste. Con lo que disponía de tiempo libre para aprovechar los rayos de sol, que contrario a las temperaturas nocturnas, podía disfrutar del leve recuerdo del clima que había dejado atrás en tierras lejanas.
                Chus y Elena saldrían el viernes por la mañana con el coche, mientras que yo debía esperar a que Quique saliera de trabajar a medio día para partir cada uno con su moto dirección a la gran fiesta del mundial de velocidad de motociclismo.
                Pese a lo entretenido de la compañía en esta ocasión el trayecto se me hizo más largo, grandes rectas de cientos de kilómetros que discurren por autopistas a las cuales no estamos acostumbrados los canarios. Una vez al abrigo del calor de la calefacción del chalet, tocaba preparar las camas y el itinerario para los próximos días que se simplificaban en: levantarse temprano, prepararnos para ir en las motos y comer bocadillos de salchicha o baicon dentro del recinto del circuito.
Estando en el circuito y mientras se preparaban nuestros ídolos de las motos, no parábamos de recorrer todos los puestos de venta (yo incluso aproveché para renovar el seguro de la moto). Era sábado y estando en Valencia no nos podíamos perder otro atractivo como es la paella a banda. Salimos un tanto antes de que acabaran los entrenamientos muy a nuestro pesar por motivos de horario, ya que es costumbre cerrar las cocinas de los restaurantes sobre las 4 de la tarde. Por la noche tocaba vivir el ambiente motero del pueblo de Cheste, algo que impresiona la primera vez pero que en ocasiones te invade un sentimiento de vergüenza ajena por el comportamiento de algunos “moteros” que someten a sus máquinas a sobre esfuerzos innecesarios. Después de unas horas recorriendo el pueblo, viendo un sinfín de motos y la odisea de cenar en él, regresamos para no perdernos la cita con el despertador bien temprano a la mañana siguiente.

   

        


            Durante todo el fin de semana hizo un tiempo espectacular hasta el punto de necesitar protección solar, necesidad que cubrimos gracias a unos pequeños tubos, de dudosa reputación, que casualmente tenía Elena entre sus pertenencias.
            Después de terminar las carreras no podíamos presagiar lo que nos esperaba. Continuará…


                                                             

2 comentarios:

  1. Muy buena narración, y mejor viajes, espero la segunda parte

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    1. Muchas gracias Exu, seguiré sumando experiencias y anécdotas al blog. Espero mejorar tanto en la narración como en el contenido.
      Un abrazo

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