sábado, 28 de diciembre de 2013

Conociendo el GP de Motorland

           Como en años anteriores me disponía a visitar los parajes y carreteras de la península ibérica. Ya con todo preparado me levanto antes del amanecer con la firme convicción de que este viaje era diferente. Llego al embarcadero y obtengo el privilegio de evitar la fila de coches que se amontonan a la entrada de la bodega del barco.
          Después de acomodar mis pertenencias y cambiarme de ropa conozco a Enrique, financiero de profesión y periodista por aficción, el cual ha tenido la oportunidad de acudir a un gran número de circuitos del mundial de motociclismo en busca de algunas entrevistas a pilotos del mundial y de muchas más anécdotas, durante la travesía compartimos experiencias y mesa.

          Con la llegada a Tenerife, ya que el barco hace escala antes de poner rumbo a Huelva, disfruto de un momento de soledad y a la vez reflexión en compañía de una caña de cerveza, como telón de fondo el puerto y la brisa marina que tanto echaré de menos en el futuro. Aprovecho esos instantes para utilizar internet y escribir a familiares y amigos por última vez antes de perder todo contacto. Ahora y durante las próximas 30 horas mi mundo es un barco que se balancea lentamente y las personas que me rodean.
           Ya con todo dispuesto para emprender el viaje hasta Horta de Sant Joan, lugar en el que iba a pasar el fin de semana de carreras, sudaba cual sesión de gimnasio debido a las múltiples capas que debía llevar ya que la previsión era de lluvia durante gran parte del recorrido. Salí a carretera en torno a las 9 de la noche del viernes 27 de septiembre, estaba preparado pero algo nervioso porque en 12 horas que duraría la travesía podían pasar muchas cosas y pasó casi todo lo que no había previsto. Entre otras cosas me percaté de que necesito cambiar de teléfono móvil (ya que lo utilizo como GPS) y cuando se le antojaba se reiniciaba sin posibilidad de seguir utilizandolo, sumado a que cada vez que lo enciendo debo esperar entre 4-5 minutos, estaba retrasando más de lo deseado el viaje. Aun así disfruté de la libertad más absoluta tan solo cesgada por la necesidad de llegar antes de las 10 de la mañana del día siguiente. Conducir de noche requiere un grado de concentración mayor, lo cual resulta más agotador si cabe, pero pude disfrutar del olor durante cada tramo recorrido, andalucía huele a abono y grano. 
          A eso de las 9 de la mañana, cuando apenas quedaban una decena de kilómetros, paré para quitar el db killer o bala del escape y hacer una llegada el más puro estilo motero, que no es otro que llegar y dar unos acelerones a modo de bienvenida. Empezaba así un gran fin de semana donde tanto el ambiente en las gradas como en el pueblo de Alcañiz era cuanto menos exquisito. Un marco incompareble y una compañía inmejorable eran los ingredientes de una receta utópica que no falló. 






 

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