Una vez en Évora y después de dar varias vueltas intentando llegar al punto más alto de la ciudad, caemos en la cuenta que el tráfico está limitado tan solo a los residentes. Aun así decido entrar y después de una decena de metros, ¡¡¡sorpresa!!! Había un policía de seguridad pública (lo que en España sería la policía local) imponiendo una multa y claro de nuestra guisa (maleta de sobre depósito, monos de agua, y matrícula española) no iba a colar lo de que eramos residentes. Dada la situación y la posibilidad de la inminete multa por circular por una zona restrigida a los residentes tocaba hacerse el tonto. En lugar de esperar a que nos mandara a parar lo hice yo para preguntarle como se salía de allí jajaja. Finalmente y a pesar de mi escaso nivel de portugués y su bajo entendimiento del español conseguí evitar lo inevitable. Después de una muy breve visita a pie, debido al mal tiempo y al retraso generado por no tener los mapas de Portugal en el movil, tocaba repostar de nuevo y tomar rumbo a casa. Después de un buen rato lo que era una lluvia incesante se tornó en el ¡¡¡diluvio universal!!! hasta tal punto, que pese a no ir rápidos ibamos adelantando. Era tal la cantidad de agua que caía, que los limpiaparabrisas de los coches no daban a basto, incluso el agua consiguió abrirse camino a través de mi mono de agua para conseguir calarme hasta la ropa interior. Durante el regreso pasamos por 2 lugares que me llamaron la atención profundamente y que por falta de tiempo no pudimos disfrutar, que son Mértola y Pomaräo. Quizás sean dos lugares que no tengas mucho que ofrecer pero que se me quedaron grabados en la retina y que no descarto volver a visitarlos en alguna ruta futura.
La segunda ruta iba a ser el rio Tinto, pero dado que eran las fiestas del Rocío, no quedaba más remedio que aprovechar la ocasión y tomarnos unas gambas, y unas cervecitas bien frias después de recibir a la carabana de gente y carruajes que llevaban a la virgen y como no podía ser menos, después de la paliza del día anterior llegaba el tan merecido descanso.
Ya era la hora de regresar a Gran Canaria después de un puñado de experiencias nuevas, de lecciones aprendidas y de unos cientos de kilómetros bajo nuestros asientos, donde incluso las "penurias" las recordaríamos meses más tarde con anhelo. Como en todo buen viaje y aun con los recuerdos patentes, ya soñabamos con la próxima oprtunidad.
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