miércoles, 3 de abril de 2013

VIAJE NOVIEMBRE DE 2010 PARTE FINAL



             A la espera de que llegara el día en el que zarpara el barco, aproveché para hacer rutas por los alrededores de Madrid.
            En esta ocasión me desplacé hasta la hermosísima Toledo, donde cada calle o rincón de su arquitectura es un lujo para los sentidos. Entre las instantáneas se encuentra: La Puerta del Sol construida en el siglo XIV, el Alcázar construido en sus inicios como palacio romano en el siglo III y por último una panorámica general de la ciudad.



 
               Los días tan deseados estaban llegando a su fin y debía partir rumbo a Cádiz para estar en el embarcadero a las cuatro de la tarde. La noche anterior preparé las mochilas para salir bien temprano, ya que tenía previsto partir a las seis de la mañana.
            A la mañana siguiente preparo la moto, me enfundo el traje de romano y recojo los recuerdos para poner dirección al embarcadero. Era una mañana fría típica del mes de noviembre y se hizo notar después de la primera hora de camino en la que tuve que parar en un área de servicio próxima a Talavera de la Reina. A pesar de llevar guantes de Gore-Tex empezaba a dolerme uno de los dedos de la mano izquierda fruto de la baja sensación térmica. Mi primera reacción fue poner las manos sobre el tubo de escape de mi compañera de batallas, pero visto el nulo resultado que tuvo decidí quitarme los guantes y acariciarla directamente con todo el mimo que me permitió en aquel momento.


           Una vez recuperada la sensibilidad y el calor corporal reanudo la marcha, experimentando lo que hasta el momento había sido la situación más peligrosa en la que había estado jamás. No era otra que atravesar dos densos y grandes bancos de niebla en plena autopista, no sería la primera vez que conducía dentro de un banco de niebla pero sí en autopista. Otro dato curioso es que momentos antes de entrar al primer banco, vi como los retrovisores se quedaban blancos en cuestión de medio segundo y volvieron a recuperar su estado habitual tras unos instantes. No supe lo que había sucedido hasta que llegué a Las Palmas, donde me explicaron lo ocurrido.
            Hice un alto en el camino a la altura de Mérida, al margen de las paradas obligatorias para repostar, para desprenderme de una de mis capas de ropa. Pese a que tenía más frío que calor el sol mañanero invitaba a ello.
           Todo transcurría según lo pactado hasta que pasada la entrada del peaje Sevilla-Cádiz, a mi compañera le entra sed instantes después de dejar atras la gasolinera que se encuentra en ese punto y pienso “bueno pues a parar en la siguiente.” En un principio un detalle sin importancia pero que a medida que recorría kilómetros se tornaba poco a poco en un aprieto. Empecé a bajar la velocidad y a pegar el cuerpo todo lo posible al depósito de la moto, para formar un todo con mi compañera con la intención de ahorrar tantas onzas de gasolina como me fuera posible. Hasta formar una parodia de mí mismo por lo ridículo de la estampa. Mi mayor preocupación no era quedarme sin gasolina, era llegar a tiempo a coger el barco. Aunque hacía un día espléndido de sol y el termómetro no sobrepasaba los 8º centígrados, notaba como discurría el sudor por mi frente. Cuando llevaba 332 km (cuando lo normal eran 270-280 km) al fin llegué a la siguiente gasolinera, la cual se convirtió en todo un oasis en medio de tanto asfalto.
            Di de beber a mi fiel compañera y proseguí hasta alcanzar finalmente mi destino. Una vez en el embarcadero y después de sacar la tarjeta de embarque y pasar el control de aduanas, uno de los responsables de la organización de la compañía me hace pasar el primero haciéndome adelantar un gran número de coches y pienso “bueno al menos todo no va a ser malo en el viaje de vuelta, podré descansar y relajarme antes de que empiece la travesía”. ¡¡¡Que ingenuo soy!!! Pasé el primero pero entré el último a la bodega con lo que la frustración aumentaba a medida que iban pasando todos y cada uno de los coches.
            Al igual que en el trayecto anterior esperé pacientemente hasta que mi compañera estuviera completamente asegurada.
Con un total de 3.200 km (sin contabilizar los realizados en barco) en 15 días había sido una gran experiencia, nueva y enriquecedora. Había llegado el final de un sueño pero lejos de ser triste, era un motivo para empezar a planificar el siguiente.
            Termino citando una frase del célebre escritor y premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez “No llores porque ya se terminó… sonríe, porque sucedió.”

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